El arte de Yoshihiro Togashi y el regreso del manga de Hunter X Hunter

 Hace algún tiempo comentaba por acá mismo mi (ya no tan reciente) experiencia viendo la adaptación de 2011 de Hunter x Hunter, así como mi lento pero seguro proyecto leyendo el manga. Cuando escribí la última entrada al respecto me encontraba terminando la saga de Greed Island, mientras escribo estas palabras acabo de terminar el tomo número 23, en pleno desarrollo de la tan alabada saga de las Hormigas Quimera.


Una de las cosas que he sacado en limpio de esta odisea lectora es que me gusta mucho más esta historia en su versión de manga que cualquiera de sus dos adaptaciones. Esto debido a que, pienso, hay un elemento del lenguaje visual presente en el arte de Yoshihiro Togashi que ninguna de las adaptaciones ha logrado emular (y me atrevería a decir que probablemente tampoco lo lleguen a lograr algún día).

Tampoco le resto mérito a las cosas que ambas adaptaciones hacen bien, que las hacen bien. Cosas como la paleta de colores análoga de la adaptación de 1999 y su decisión de colorear las auras cuando los personajes comienzan a utilizar su nen me parecen grandes aciertos. Por otro lado, valoro el oficio completista y el gran trabajo de animación que consigue la adaptación de 2011. Sin embargo, hay algo que ninguna de las dos adaptaciones logra capturar y que se encuentra circunscrito en el medio en que Hunter X Hunter nació, el manga.

No hay mucho secreto en que el progresivo deterioro en la salud de Togashi a lo largo de los últimos 25 años, cosa que de una forma u otra ha terminado por verse reflejado en la factura final de su trabajo artístico. Ahora, no es un tema de calidad artística, porque para cuestionar la calidad de la obra habría que cuestionar lo que el artista me está proponiendo y, pienso, que aunque Togashi no cuente con los medios físicos para plasmar su visión con la excelencia de antaño, esto no significa que esa visión artística no se encuentre presente.

Como decía, la experiencia leyendo el manga se me ha hecho sumamente más divertida e interesante que viendo la animación. Esto lo puedo atribuir a que un artista tan experimentado como Togashi sigue explorando su medio y las cualidades plásticas del mismo, incluso desde su delicada posición.

En general podríamos señalar del estilo artístico de Togashi que éste ha declinado hacia una síntesis. Ésta síntesis a la que me refiero dice relación con la economía de sus trazos, entendiendo como tal una búsqueda por la economía de los recursos gráficos utilizados. 

Primero, pongamos esta página del manga como ejemplo.

En ésta, podemos ver, en primer lugar, la total ausencia de fondos. Togashi probablemente considera que una vez establecido el lugar de la acción, los fondos son un recurso más y, a menos de que la situación lo requiera, no debería caerse en la reiteración constante; en cambio, lo que decide es jugar con la distribución de los textos y los tiempos de la viñeta. Deja un amplio espacio entre las dos viñetas superiores, como un punto suspensivo que obliga a la mirada a retrasarse una fracción de segundo en la lectura. Espacios como este son el equivalente a una pequeña loma de toro, quien está leyendo debe, obligatoriamente, reducir      su velocidad. ¿Lo ven?
Algunos dirán que es una máxima del cómic y el manga que, pese a formar parte de un todo, las páginas son unidades narrativas y, por lo tanto, deberían funcionar como tal incluso estando descontextualizadas. Si bien por lo general suelo comulgar con esta misma visión, en el caso de Togashi puedo perdonarlo porque: a) entiendo que es una persona con capacidades reducidas debido a su salud y b) que pese a la ausencia de elementos que podrían sumar a la contextualización del lector, Togashi comprende que sus páginas tampoco son para ser leídas fuera del contexto que es la narrativa secuencial. Hay una página que viene antes, hay otra que viene después. La suma de las partes es más grande que su valor individual. Por último, la página, por sencilla que parece, si que contiene un montón de información que nos da un contexto. En primer lugar, comprendemos de inmediato que Killua está reaccionando a algo que Gon dijo antes, por su narración comprendemos que Gon le habrá agradecido por ser su amigo. Y por último, el lenguaje físico de ambos personajes nos ayudan a darnos una idea de su actitud y de su posición respecto del otro. No necesito saber, entonces, si acaso están en la ciudad, el bosque, la luna o Kryptón. El foco de la página está en la relación de estos dos amigos, comparten un momento en el que están revelando cómo se sienten respecto del otro y esos los hace felices, emoción que cada uno expresa de forma verbal y no verbal a su propia manera. Está todo ahí.


Al otro lado del Togashímetro, sin embargo, nos encontramos con páginas que rompen con la sencillez. 

Para exponer esta idea, veamos primero un ejemplo concreto en este dibujo presentando a Meruem mientras saborea a un humano usuario de nen.


Los espacios oscuros del diseño de Meruem se encuentran pintados por medio del uso de achurados que desbordan una energía explosiva. La economía que observamos anteriormente, se ve interrumpida por una masa de furiosos trazos que nos muestran lo terrible y escalofriante que llega a ser el rey de las hormigas quimera. aquello que debora, que solía ser un humano, es en cambio una disforme mancha que sólo nos permite inferir de qué parte de la persona se puede tratar. El rostro de Meruem, en este caso delineado casi por completo con el tembloroso pulso de Togashi en trazos cortos se ve intervenido con el achurado que corona una visión pesadillezca. Sus rasgos se ven desfigurados.


Al contrario de su contraparte del manga, la adaptación de 2011 nos presenta esta escena con los rasgos faciales de Meruem mucho más definidos, hace menos uso de la línea de achurado, rellenando de forma convencional las zonas oscuras del cuerpo de Meruem, mientras que al mismo tiempo define y caracteriza lo que Meruem come como un intestino.

Todo lo anterior es sólo un ejemplo de una situación que se repite y mantiene a lo largo de la obra. Pienso que Togashi probablemente busca generar un impacto duradero en puntos clave de su historia. Probablemente se trata de un recurso que el propio artista importa de los mangas de horror que tanto disfruta, donde el impacto de la imagen debe ser lo suficientemente fuerte como para suscitar los escalofríos del lector.



Del mismo modo, podemos observar una situación similar a lo largo de la presentación de portadas del manga. Pienso que Togashi busca aprovechar las mismas para comunicar conceptos e ideas clave, los cuales no quedan, sino, implícitos únicamente en ellas.
La portada del tomo 23 nos presenta a Meruem y a su guardia real, pero hay algo que se siente... ¿extraño? Se trata de dibujos infantilizados, que no es lo mismo que infantiles. Togashi no busca hacerlos ver infantiles, sino, presentar a los mismos a través de un prisma infantil.
Me explico. Hasta ahora, hemos visto las atrocidades inhumanas de las que son capaces las hormigas quimera. Se trata de una especie motivada únicamente por una noción darwiniana y amoral de sobrevivencia. Encarnan un horror indescriptible, lo cual provee a dichas criaturas de un aura escalofriante. Como lectores sabemos eso. Pero todo horror visto desde la perspectiva de un niño posee, invariablemente, otra vuelta de tuerca al escalofrío que nos puede producir. Imagina que le pides a un niño dibujar una situación cotidiana en su hogar y te presenta un dibujo de una situación de violencia doméstica y el frío horror que recorrería tu espina dorsal al momento de verlo.

Por otro lado, está la portada del tomo 28, que nos presenta a los mismos personajes desde una perspectiva completamente diferente, casi mesiánica, como un cuadro renacentista. Esta visión más adulta, idealizada si se quiere, en un contraste directo con la anterior. Los protagonistas de la portada sin embargo conservan sus cuerpos deshumanizados, proporciones extrañas y malformas, como queriendo sostener su cualidad inhumana por sobre lo que se puede extraer en una primera impresión.

Así como estos, hay varios ejemplos más en los que Togashi hace gala de un agudo sentido artístico, el cuál, como dijimos, no se trata de su ejecución final como dibujante, sino de la propuesta que es plasmada en el papel. Pese a sus impedimentos o desprolijidades, que las tiene, Togashi logra transmitir lo que busca o, en última instancia, habilita un espacio de reflexión para el lector en torno al arte y al soporte que trabaja. 

Este próximo octubre veremos la reanudación de las publicaciones del manga de Hunter X Hunter, continuando así con la actual saga a bordo del navío que se dirige al continente oscuro. ¿Será acaso que tendremos noticias de la actual situación de Gon? ¿Se desatará una guerra sin cuartel a bordo del barco? ¿Se irá Togashi de nuevo a hiatus dejando a todos con más preguntas que respuestas?

¡Nos leemos en otra ocasión!









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