Dotto! Koni-Chan: transmitiendo desde la globalización a la localización en la cultura de masas

Dos de las series que marcaron mi infancia creciendo entre finales de los años 90 y principios de los 2000 fueron 31 Minutos y Diego & Glot. En ese tiempo no lo habría sobreanalizado tanto, pero hoy por hoy entiendo que lo que me producía fascinación era que se trataba de productos audiovisuales de producción nacional donde podía sentirme genuinamente representado (siendo, por cierto, la representación en los medios una de las principales peleas que se dan hoy en día).
Por aquél entonces ponía pocos peros a la hora de consumir los monos de la tele, en todo caso. Pasaron por mi retina de forma indistinguible todo tipo de producciones, sin embargo, había en las anteriormente mencionadas ese algo especial que las hacía más importantes, que me hacía tenerles más cariño, qué se yo, whatever.

El tema es que todo lo demás se veía lejano, po'. Hey Arnold, por ejemplo, era una serie más entretenida que la cresta, pero seguía siendo sobre un cabro que vivía en el Bronx, en una casa de huéspedes y con un grupo de amigos más heterogéneo que la cresta. Es una realidad irrenconciliablemente distante de la que yo vivía. No digo que no me gustara, que sí, me gustaba ver esos monos de los marcianos planetas que eran las ciudades gringas, pero era consciente que por lo mismo estaban completamente alejados de mi propia realidad (un pueblo chico en el culo literal del mundo).

Pienso, mientras escribo esto (mira que disperso que me pongo): vi alguna vez una entrevista que le hicieron a Alan Moore donde contaba la poca atracción que sentía por los cómics británicos respecto de su contraparte norteamericana; decía que por ahí le repelía leer las desventuras de niños pobres que eran golpeados por sus padres y profesores, puesto que él mismo era un niño pobre golpeado por sus padres y profesores.
Para él la fantasía colorinche de Stan Lee representaba un escapismo debido, supongo, a que su insatisfación con la realidad estaba muy justificada y no tenía la necesidad de verla representada en ningún otro lado.

Ahora, entendiendo la globalización como un proceso (principalmente económico pero innegablemente cultural y social) en el cual recibimos contenidos sumamente marcianos, la localización de los productos viene a ser un pataleo de rebeldía que podríamos y deberíamos apreciar más, encuentro.
No se trata de desmerecer el valor del trabajo de actores y actrices de versiones originales, tampoco de evadirse de ver algo en su verisón original. Siento que el tema acá pasa más por la necesidad de reencontrarse, conocer y reconocer nuestra propia cultura e idiosincrasia en los productos que consumimos.
 
En mi caso fue significativo verme representado. Misma razón por la que me fascinó tanto EL BRUJO, cómic publicado en la extinta revista Caleuche en 2005 o 2006, escrito por mi hoy en día estimado amigo Brian Wallis y que representó, también, un voladero de cabeza para mi impresionable yo infantil por los mismos motivos, me parecía genial ver un superhéroe en el código chilensis.
Y finalmente ¿no se trata de eso? Lo que determinará el nivel de comprensión y compenetración de la audiencia vendrá determinado por lo efectiva que sea la comunicación, en función de qué tan bien manejen el código empleado para ello tanto emisor como receptor.


Se me está alargando la introducción y todavía no hablo de lo que quería hablar XD.

Entre todos los monos que vi cuando chico hubieron varios que la mayoría de los críos de mi edad veían (Pokémon, Dragon Ball), pero también cayeron algunos que (al menos desde mi humilde posición) o pasaron para los demás sin pena ni gloria, o se colaron en la transmisión de mi tele y no en la de los demás, o algo pasó porque de verdad no me explico que nadie más los comentara o les diera relevancia, monos como Yaiba y del que quiero hablar hoy, Dotto! Koni-Chan.



Dotto! Koni-Chan es una serie de animación japonesa del año 2000 y su protagonista, Koni, es un niño gordito al que todo lo que intenta siempre le sale bien y viene a ser una especie de buda cargado de sabiduría y un imán para las situaciones más surrealistas. Koni siempre va acompañado de sus tres amigos; High, un niño energético de pelos parados que por ello se siente dignatario de protagonismo, Nari, un niño millonario con una fijación por la redondez y Moro, una chica hiper-sexualizada que siempre busca ser el foco de atención (y rara vez lo consigue). De estos tres podríamos decir que son parodias de personajes arquetípicos del anime y el manga; un protagonista de Shonen, un niño privilegiado y una protagonista sexualizada objeto constante del fan service.

Este variopinto rooster de personajes se encuentra, en cada capítulo, enfrentado a situaciones que ya envidiarían las alucinaciones más febriles de Salvador Dalí.
Pero lo interesante de esta serie está en el doblaje latino. 

POR
DIOS.

Que ya vendrán puristas a decirte que no, que uno siempre debe consumir productos en su idioma original. Y si bien suelo comulgar con esta postura, resulta que soy chileno. Y mi contacto con la cultura foránea pasó necesariamente por el cedazo del doblaje. Y es que yo soy de esos que te pueden recitar de memoria diálogos completos de Los Simpson, Shrek, Volver al futuro y Star Wars, pero siempre en sus respectivos doblajes.

Y lo que pasa con la mayoría de estas obras es que su doblaje local adaptaban muchas de las bromas y los juegos de palabras para ser más comprensibles en nuestro lado del mundo, proceso que llamamos Localización.
Si en los Simpson mencionan una celebridad random de los años 90 es probable que ese personaje no permeara nuestra cultura, pero ¿si en lugar de eso se nombra a José Luis Rodríguez o a Miguel Bosé? La cosa ahí cambia, ya que se trata de artistas conocidos por una buena porción del público de estas latitudes. Por medio de estos gestos se crea una conexión con la audiencia.

Y en el caso de Dotto Koni-Chan es todavía más importante, porque de no haberse adaptado es probable que la serie no hubiese tenido ningún atractivo debido a lo absurdamente ajeno que hubiese resultado el humor y las referencias japonesas.


Y bueno, acá les dejo un ejemplo de este bizarro trozo de mi tierna infancia. 

"...así que compórtate como una máquina madura, decente y de buena familia". - Koni.

Hace poco vi ChainsawMan, un anime reciente que tiene su respectivo doblaje latino en Crunchyroll. El doblaje opta por el juego de la localización y, a través de modismos y adaptaciones de guion, siento que logra calar más profundo respecto del nivel de empatía que llego a sentir por personajes como Denji o Power. 
Un poco pasa lo mismo con el (brillante) doblaje de las películas de Deadpool. Le hago más barra porque lo siento más cercano, simplemente. Hay un gesto de complicidad que anida en las cuarenta chuchadas mexicanotas que tira por minuto.

Para terminar, el ending es el manso tema, loco. Qué onda.
Nos vemos!





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