DRAGON QUEST BUILDERS: Por el sencillo placer de hacer el bien

Hola! hace tiempo que no pasaba por acá.




A mis casi 30 años es complicado dedicar tiempo a las cosas que uno hace por amor al arte, siendo una de ellas el decantar y compartir mis pensamientos sobre las obras que consumo en un humilde blog. Sumado a eso, suelo ser una persona muy poco disciplinada y rigurosa para todo lo que no sea trabajo o estudio. 
Pero bueno, aquí estoy para traerles algunas ideas sueltas sobre lo último que estuve jugando: DRAGON QUEST BUILDERS.
Y bueno, ¿qué podría haber de interesante en un remedo de Minecraft/Animal Crossing con monos de Akira Toriyama? Te sorprenderás.

Mi relación con Dragon Quest siempre ha sido bastante lejana. El primero que tuve la oportunidad de jugar fue el Dragon Quest 8 para la PS2, por la misma época en que pasaron por mis manos obras maestras del JRPG como Final Fantasy X y Persona 4, o el GRANDIOSO Metal Gear Solid 3. Basta decir de Dragon Quest que palidecía mucho en relación con los anteriores y ahí quedó abandonado; no logró encantarme en absoluto.
Pero este año, por simples cosas del destino, Nintendo tuvo la generosidad de ofrecer como juego de muestra el Dragon Quest Builders 2 para Switch. Y, por simple capricho, me di el gusto de descargarlo.
Y me fascinó.
 Pero se me acabó el tiempo para jugar antes de poder terminarlo XD. Acto seguido y como buen discípulo de las enseñanzas de don Eiichiro Oda, procedí como todo un rey de los piratas a descargar la primera entrega de la saga en mi Play Station Vita.

En Dragon Quest Builders (empezaré a llamarlo DQB para abreviar) encarnamos al Constructor, un personaje que aparece en un mundo devastado por la maldad, con la chispa de la creatividad como poder insigne. La gente de este mundo ha perdido la habilidad para crear cualquier tipo de obra, sea arquitectónica, artística o incluso culinaria. Incapaces de elaborar hasta la más simple de las creaciones, dependerá de nosotros el reconstruir la civilización a partir de las materias primas manifiestas en bloques y algún que otro artilugio.
La gente del mundo, muy temerosa del poder maligno que reina en él, evita a toda costa el siquiera pensar en restaurar la antigua gloria de este reino, razón por la que nos encontraremos con más de algún personaje que rehuirá de la simple idea de levantar cuatro paredes para capear el frío.
Sin embargo, tenemos una y sólo una misión. Así que partiendo con humildes mediaguas de tierra, buscaremos construir un pequeño poblado, al cual poco a poco se irán sumando habitantes, motivados por el cálido llamado de la más precaria de las civilizaciones.
Nuestro protagonista irá adquiriendo la posibilidad de construir herramientas, armas y edificios cada vez más elaborados, lo que nos permitirá seguir creciendo como comunidad en este reino tan a maltraer; sin embargo, las huestes malignas no verán con buenos ojos esta albañilesca insurrección, razón por la cual monstruos cada vez más poderosos intentarán destruir nuestra base y acabar con el sueño de sus habitantes.

Si bien toda la mecánica de recoger materiales y construir es entretenida por sí misma, creo que lo que más me ha gustado de DQB está en el apartado de las relaciones que logras entablar con cada uno de los personajes que conforman la pequeña comunidad. Cada uno de ellos tiene su propia personalidad, poseen sus propios miedos y comparten contigo sueños para que, por medio de tus competencias en el área de la construcción civil, los ayudes a concretarlos. 
Y en el fondo, toda la motivación del Constructor para hacer lo que hace es brindar ayuda a quien lo necesita. Aunque como jugadores tengamos el objetivo claro de terminar el juego (y, en mi caso, de cumplir cada desafío que me permita obtener el trofeo de platino para lucir en mi cuenta de Play Station), nuestro Constructor no posee una motivación personal distinta a la de emplear sus habilidades para hacer el bien porque sí.
Esto puede, en principio, parecer algo sumamente Naif, pero es ahí donde DQB consigue mi cariño, puesto que la retribución a cada una de las misiones que te encomiendan los NPC del juego no es más que algunos materiales random para que sigas construyendo y ayudando. Estamos hablando de un mundo donde no existe divisa, no hay comercio, todo lo que necesitas para cumplir tus objetivos lo tienes al alcance de un par de martillazos aquí o allá. ¿Por qué te molestarías en ayudar al prójimo si no obtendrás nada a cambio?... más que su gratitud.
Contra más construyas, más gente llegará a vivir a tu base. No porque tú necesites más gente en tu base, sino, porque ellos necesitan de ti. No tienen con qué pagarte, más que con su gratitud por tus buenas acciones. Al final del día, los ciudadanos no te aportarán mucho además de ayudarte a combatir los monstruos que ataquen la base, porque es su casita y también la quieren defender.
Ya en la segunda isla del primer juego, la maldad que se cierne sobre ésta lo hace en forma de una pandemia que desprovee a todos los habitantes de fuerzas para siquiera levantarse. Pero además, se trata de gente que ha perdido la voluntad de vivir, gente resignada a no poder combatir contra la enfermedad. 

Los personajes exponen sus dudas, su falta de fe, o mejor dicho, la pérdida de su fe ¿cómo te explico lo humano que se siente? incluso aquellos más comprometidos con salvar a los pacientes que llevas a la base y restaurar su isla se verán en un callejón sin salida y te harán saber que su fe está quebrada, incluso viendo tu progreso, como si se tratase de una lucha imposible de ganar.
Y eso mismo me hace pensar sobre el romanticismo en el Sandbox. Creo que hablé aquí mismo sobre el tema alguna vez, cómo juegos como Skyrim o Breath of the wild (sobre todo este último) dialogan con el romanticismo como movimiento estético/filosófico, desde la contraposición del sujeto a la naturaleza más sublime. DQB tiene mucho de esto, pero, más que el caminante sobre el mar de nubes de C. David Friedrick, acá el Constructor es una especie de Demiurgo tardío, dando orden al caos preexistente.

Si tienes la oportunidad, juega Dragon Quest Builders. de verdad no te vas a arrepentir.
Y si te arrepientes, estaré feliz de comprar una copia usada del juego en formato físico para Switch, Vita o PS3.

Hasta la próxima!



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