Morir de Arte en Montparnasse

Autorretrato (1919), Amadeo Modigliani


Los más cinéfilos ya lo  habrán notado, la imagen que hay en el el fondo de este blog pertenece a la maravillosa cinta de Jaques Becker Les Amants de Montparnasse (1958).

El título de este blog, Morir de Arte en el Hambre, es una cita a la acción "Para no morir de hambre en el Arte" del grupo CADA (1979), pero también un homenaje al pintor Amadeo Modigliani, uno de los grandes nombres del arte de principios de siglo y el triste protagonista del que quizás sea el origen del estereotipo del artista muerto de hambre. Lo que les compartiré a continuación es un texto que escribí en el que quise relatar la historia que gatilla mi fascinación con el pintor.


Je suis Modigliani.

Al turbulento, bohemio y artístico París de principios del siglo XX llegaría un joven Amadeo Modigliani. Italiano de origen judío, apenas con 21 años de vida, Modigliani partió a Francia con una risible cantidad de dinero que su madre le había dado y un puñado de dibujos.
El lugar donde recaló fue Montmartre, barrio bohemio de la capital francesa donde por aquél entonces, 1906 también se encontraban artistas como Picasso, Diego Rivera, Vicente Huidobro y varios otros que conformaban el panorama artístico de aquellos años. En su primera semana en Paris Modigliani ya había visitado todos los museos y galerías de la ciudad, convencido de que lograría hacerse un espacio dentro de aquel mundo que se extendía ante sus pies.

A pesar de su entusiasmo y originalidad, su estilo no sería bien recibido. Retratos de proporciones alargadas que bebían inspiración a partes iguales del impresionismo, de Gustav Klimt y del cubismo de Picasso. Modigliani tendría poco éxito intentando vender sus cuadros, y eso sumado al alcoholismo que arrastró consigo desde Italia, lo convertirían en un referente obligado de las borracheras de las noches parisinas. Y si bien esto no elevaba la curva de su carrera en ningún sentido, si le posicionaría de una forma u otra entre aquellos artistas cuyo trabajo gozaba de más éxito. Mientras su obra acumulaba polvo sin despertar el interés de los coleccionistas ni los curadores, podría decirse que su vida social era todo lo contrario, pues el éxito de Modigliani con las mujeres parecía – a ojos de todos los demás – subsidiar las carencias de los otros aspectos de su vida.

Quizás el único rayo de esperanza que sostendría los años de amargura del artista fuese el genuino amor que le profesaría Jeanne Hébuterne, una bella joven de una acomodada familia que con solo 18 años comenzaría una relación amorosa con el desdichado Modigliani. Por aquél entonces, el pintor ya contaba con fama de degenerado, por esto mismo, la familia de Jeanne la dejaría sin ningún tipo de apoyo al enterarse de su relación. Aún así, la noble Jeanne permaneció junto a su amado Modigliani, viviendo en condiciones paupérrimas, sin dinero siquiera para parar la olla, teniendo además que esconder lo poco que recibía de cuando en cuando de Modigliani quien pese a su situación no dudaba en gastarlo en Absenta o vino.
 Leopold Zborowski, un amigo de Modigliani en una posición económica un poco mas acomodada y uno de los pocos que paga algunos centavos por los retratos arrienda para la pareja un humilde estudio en Montparnasse, donde se instalan a vivir mientras Modigliani sigue pintando, pero al poco tiempo después cae gravemente enfermo producto de la tuberculosis que le aquejaba. Es casi al mismo tiempo que Jeanne da a luz a la hija de ambos, que es llamada igual que ella. De alguna manera, logran sostenerse con el poco dinero que reciben de parte de amigos.

 Es 1920 y Jeanne se encuentra embarazada por segunda vez. Modigliani ha pasado la noche entera delirando a causa de la enfermedad y el dolor que esta le produce. Ninguno de los dos ha comido en días y su ausencia comienza a preocupar a los vecinos y amigos de la pareja, quienes acuden al estudio de Montparnasse para constatar su estado. Al ver al pintor agonizante y a la muchacha, otrora hermosa, destruida por la pobreza y con un hijo de ocho meses en su vientre, los llevan de inmediato a un servicio de salud, pero ya es muy tarde. Modigliani muere esa misma noche, sumidos en la tristeza, sobrecogidos por la injusta vida de miseria que acompañase al talentoso artista hasta su muerte, sus amigos, pintores, poetas y músicos de Paris, le brindan el funeral de un príncipe.

 Jeanne, por su lado, vuelve a casa de sus padres, donde sin encontrar consuelo, sin ver una salida a su dolor, acaba con su vida, lanzándose al vacío desde un balcón de la casa. Aun llevaba dentro de sí al segundo hijo del fallecido pintor. Al poco tiempo después, Zborowski vendería los cuadros de Modigliani en sumas estratosféricas, volviéndose rico en el proceso.

 Quizás, el único atisbo de justicia poética de la tragedia de los amantes de Montparnasse seria que la crisis que al tiempo después afectaría al mundo dejaría al falso amigo de Modigliani en la quiebra y que, en 1930, el cuerpo de Jeanne seria reubicado junto al de Modigliani, donde nunca volverían a ser separados.


Comentarios