En defensa del Hulk de Donny Cates (2022)

¡Orden! ¡Orden! ¡La suprema corte Gamma entra en sesión! 
A lo largo de su historia, el Goliath esmeralda, también conocido como el Increíble Hulk, ha disfrutado de grandes, grandes etapas a cargo de autores que han sabido sacarle todo el provecho a su historia y a su potencial. Autores como Bill Mantlo, Peter David, Paul Jenkins, Greg Pak y Al Ewing lograron craftear obras imperecederas dentro de una serie que siempre tiene lugar para cocinar una nueva historia en ese horizonte infinito que se extiende ante Hulk cada vez que debe abandonar un lugar tras ser el trágico héroe del día.




Y por otro lado está Donny Cates, uno de los últimos guionistas en hacerse cargo de la serie y, me atrevería a decir, el más duramente criticado de todos.

La cosa con Cates es que su run partió inmediatamente después del final de la querida, queridísima, Immortal Hulk. ¿Lograría estar a la altura de tremenda etapa? Todos querían ver si se elevaría al firmamento o se hundiría para siempre en el río Estigia. 



Lamento decirles que ocurrió lo segundo.

Parte de lo que definiría la etapa de Cates, al menos en un principio, fue el genuino ánimo de desligar su historia de la etapa de Ewing y, en cambio, explorar conceptos que la propia Immortal Hulk no había explorado en su momento. Si Immortal fue una etapa que abordaba el género de Horror, el Hulk (así, a secas) de Donny Cates sería puro Sci-Fi, otro de los géneros más recurrentes en la historia del personaje.

Ahora que lo pienso, la ciencia ficción y el horror son hasta cierto punto los dos géneros que definen a Hulk desde su inicio, dando paso la primera al siguiente, en una narrativa nutrida de su contexto histórico y los clásicos de la literatura como Frankenstein, que tanto fascinaban a Stan Lee.
 
Hulk ha viajado al espacio un montón de veces, pero nunca de la forma que Donny Cates propone, con su cuerpo recauchutado como una nave que, desde una carlinga al más puro estilo de Star Trek, Bruce Banner controla mentalmente.
Pero hay una segunda vuelta a este hecho y es que nos encontramos con un Banner que ha construído un palacio mental desde donde dirige el curso de su nave, mientras que la conciencia de Hulk se encuentra encerrada en el "cuarto de máquinas" dándole energía a la nave por medio de la ira, que es gatillada por el propio Banner, quien tiene un control que enfrenta a Hulk contra diferentes enemigos y situaciones para enfurecerlo.
El concepto de Palacio mental del que se vale Cates para graficar este mundo interior del conflicto Banner/Hulk es una interpretación libre de un método utilizado para la memoria en el que el sujeto visualiza por medio de la imaginación un espacio familiar donde va ubicando elementos que lo ayudan a recordar conceptos u otras ideas.

Pero Cates omite, por elección propia seguramente, un factor que ha sido fundamental en la historia de Hulk los últimos 40 años. Y es que en la mente de Banner no sólo coexisten el Hulk Clásico y él mismo, también están otras iteraciones del personaje (Joe Fixit, El Profesor Hulk, El Hulk Gladiador...) Todos, con mayor o menor poder y presencia dentro de este ecosistema, forman parte de un panorama interno que enriquece la historia y que puede llegar a ser fundamental (vimos a las distintas personalidades trabajar juntas, por ejemplo, cuando Leonard Samson "integra" a Banner, Hulk y Fixit creando la personalidad del Profesor Hulk o en la genial historia Los perros de la guerra de la etapa de Paul Jenkins, donde las distintas personalidades colaboran contra el Hulk Diablo).



Tenemos en esta etapa una nueva versión de lo que sería para Cates el Hulk más peligroso de todos, se trata de Titan, el Hulk de Hulk, que aparece cuando éste llega al punto más alto de su furia. En la práctica suena como una idea interesante, pero, de nuevo, no se deja de sentir como un refrito de la idea del Hulk Diablo, haciendo que Titan pierda fuerza, tanto por su nombre genérico como por ser otro Hulk "peligroso", palidece en comparación a otras versiones del personaje que genuinamente causan impacto en el lector (como el propio Hulk Diablo o el Inmortal).

Dije que iba a defender la etapa de Donny Cates y lo haré. En primer lugar, siento que Cates tuvo la mala fortuna de ver su etapa a cargo del personaje coartada por problemas de su vida personal (entiendo que, mientras trabajaba en el título, se vio enfrentado a un proceso de divorcio que de una forma u otra acabó pasando la cuenta a la obra). Pienso que el título buscaba ser una Space opera en una gran escala, pensada para mostrarnos mucho más de lo que acabamos viendo.
Por otro lado, no sólo nos perdimos de más viajes intergalácticos de la nave-Hulk, sino que, además, nos encontramos con una resolución acelerada y algo torpe de los conceptos que Cates sí había alcanzado a plantear en los pocos números que duró el título.

Sobre todas las cosas, me parece que si bien Cates es poco respetuoso del mindscape de Banner como un setting con sus propias reglas, es justamente eso lo que lo redime. Su propuesta es interesante, ingeniosa. He leído gente que critica la ausencia de las otras personalidades en este nuevo entorno del palacio mental, sin embargo, es tan fácil como considerar que, del mismo modo que Banner logró encerrar al Hulk clásico en la sala de máquinas, pudo también haber encerrado en otras salas tanto a Fixit como al Profesor y a los demás.

Como este factor no me genera tanto ruido, me permito disfrutar más de las cosas que Donny plantea bien. Y la idea de Hulk convertido en una nave que este Banner "intensa-mente" pilotea me parece muy, muy atractiva. Sobre todo cuando comprendemos que todo el entorno donde está Banner es producto de su imaginación y que claro que se lo imaginará como la cabina de la Enterprise porque ñoño.

Una cosa que sí llegó a hacerme ruido es lo fuera de personaje que llega a estar Banner a momentos. Pero (esto ya es pura interpretación mía) estamos hablando de un sujeto que padece de desorden disociativo de la personalidad, obvio que, en este nuevo entorno, habiendo creado para sí esta suerte de cabina de mando donde se da órdenes a sí mismo como el verdadero capitán de una nave, Banner se vería a sí mismo como una especie de Capitán Kirk. 

¿Y si, este Banner/Kirk fuese un efecto colateral de este nuevo entorno? ¿Y si se trata, en efecto, de una nueva personalidad? Cuando lees esta historia bajo esa lente, pienso, adopta un nuevo sentido y es posible valorarla más. Imagina al Banner/Kirk como una nueva personalidad, quizás un antagonista dispuesto a tomar el control llegada la oportunidad. 

Por su lado el arte de Ryan Ottley cumple su propósito, desplegando oficio sin romper el molde de lo esperable. Creo que su mayor dificultad está en caracterizar a los personajes adecuadamente, ya que, habiendo leído su etapa con Nick Spencer a cargo de Spider-Man, el Bruce Banner que dibuja acá es casi indistinguible de Peter Parker y eso me desagrada un poco, si soy sincero. 

Sumando los factores, siento que beneficia la experiencia el leer esta obra como si se tratara de un Elseworld ya que, por suerte para los más puristas de la continuidad, se encuentra casi completamente desvinculada de cualquier hilo narrativo previo, llegando en pocas oportunidades a conectar con los sucesos de la etapa precedente. Sin embargo, como ya expresé, pienso que aquello que se ha criticado tan duramente de esta etapa es, irónicamente, su principal valor. 

¿Recomiendo leer esta etapa? ¡Claro que sí! Y espero, sinceramente, que más adelante venga un Al Ewing a recogerla e integrarla como el aporte que genuinamente puede ser dentro de la continuidad del que es uno de mis personajes favoritos del universo Marvel.

Y si no ocurre, bueno, quizás algún día puedo ir yo mismo y hacerlo.

¡Hasta acá por hoy! ¡Nos vemos luego!



Comentarios